El lenguaje en la discapacidad: ¿riqueza o infortunio?

No es un secreto que la discriminación existe, a veces más allá de lo imaginado. Se discrimina por la orientación sexual, por el color de la piel, por el lugar de nacimiento, por muchas absurdas razones y la realidad de las personas con discapacidad no es diferente. ¡Se les discrimina!

En esta ocasión queremos centrarnos en el lenguaje que se utiliza para designarlas, pues es una de las formas a través de las cuales podemos contribuir a la no discriminación.

El lenguaje es una construcción histórico-social ligada al pensamiento que influye en la percepción del mundo. No es neutral, ni se agota en las definiciones de los diccionarios, sino el uso y la intencionalidad que se le da a las palabras logran cambiar su significado. Se puede incluir, integrar, aceptar o de lo contrario se puede marginar, excluir, segregar. Por eso es muy importante utilizar términos adecuados.

Ha sido una práctica generalizada la utilización de un lenguaje poco adecuado o más bien inadecuado para referirse a las personas con discapacidad y se puede afirmar que ha formado parte de la cultura, de centenares de años definiéndolas como seres inferiores, anormales, utilizando un lenguaje discriminador, centrándose en lo que falta, en el defecto, en la carencia. Incluso las propias personas con discapacidad en ocasiones, no pocas, le hacen el juego a esta situación, a pesar de que deberían ser las primeras en cuidar el lenguaje que les define y sentirse ofendidas cuando utilizamos adjetivos descalificadores para referirnos a ellos.

Uno de los calificativos más utilizados es el de “enfermos”, lo cual es un absurdo, solo debemos considerar la discapacidad como una condición de las personas, nunca como enfermedad, ya que cuando más es posible que el origen de la discapacidad sea una enfermedad, pero no siempre es así, y además la discapacidad solo sería su consecuencia y no su característica, por tanto no son enfermos.

También nos referimos a estas personas con el término discapacitado, obviando en ello a la persona, debemos decir persona con discapacidad, subrayando que son personas, ante todo, solo resulta una característica más su condición de discapacidad por tanto no tiene sentido nombrarla de esa manera.

Se usa indiscriminadamente el término impedido (visual, auditivo, etc.), lo que debe ser sustituido por persona con (discapacidad visual, ciega, discapacidad auditiva, sorda, etc.); también se expresa “atado a una silla de ruedas”, para referir la condición de usuario de silla de ruedas. Todos tenemos impedimentos y sin embargo no lo exaltamos, ¿por qué hacerlo en este caso?

Pudiéramos continuar con muchos ejemplos de vocablos mal empleados, sin embargo, sería interminable, en realidad lo más importante a modo de conclusión será entonces: Centrarnos en el respeto que merecen, como legitimas personas en su diferencia, independientemente de su discapacidad. Solo en el reconocimiento de las personas como personas, radica el sentido de lo humano. Valorar a estas personas como lo que son: seres humanos iguales que todos y todas. Somos más parecidos que diferentes, entonces ¿cuál es la razón de centrarnos en lo distinto?

El reconocimiento de la diversidad es lo que conforma la dignidad humana. La diferencia es lo normal. Lo artificial es lo contrario: lo homogéneo.

Mencionar en todo momento la palabra persona para referirnos a aquella con discapacidad y no el sordo, la paralítica cerebral, el síndrome down, etc.; en su lugar debemos decir la persona sorda, la persona con parálisis cerebral, la persona con síndrome down. Cabe aclarar que solo debemos hacer eso en caso necesario, de lo contrario los debemos nombrar como a todos y todas, a través de sus nombres.

Por tanto, estamos abogando por evitar tratamientos que lesionen o menoscaben los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad, así como la utilización de estereotipos y prejuicios, que mucho abundan y mucho daño y discriminación traen.

Una recomendación muy importante es No etiquetar. Considerar la discapacidad como una situación “normal” que puede ocurrirle a cualquiera a lo largo de su existencia.

Respetando a las personas con discapacidad a través de un lenguaje adecuado, nos respetamos a nosotros mismos.

Gracias en nombre de ellos.

mategar@yahoo.com

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