Disfraces y personalidades

“El filósofo” de Rene Magrite

Desde muy joven, niño, mejor dicho, me han gustado las personificaciones: El verme como un superhéroe. Y andaba en búsqueda cuál de ellos podría dar cabida a lo que yo me imaginaba que debería ser. Y probé ser El Zorro y mis padres cumplieron mi sueño y para unas navidades me compraron mi traje negro, con sombrero, máscara y capa negra. Con mi espada y mi pistola plateada al cinto me montaba en una escoba, digo mi caballo negro, y empezaba a dar rienda suelta a mis peleas por la justicia por toda la casa. Después me aburrí de ser El Zorro, y me llamó más la atención el Llanero Solitario, sin Toro por supuesto, pues mi hermana se negaba a ser el indio y no me quería decir “Sí, Kimosabi” cuando le ordenaba algo y me dejaba en medio del juego por irse a jugar con sus famosas muñecas. Entonces yo en venganza agarraba mi escoba, digo mi caballo, y raptaba a sus muñecas y las amarraba a un árbol. Esta práctica me provocó muchos problemas pues mi madre me castigaba cuando mi hermana “la negra” despotricaba y se soltaba en un berrinche sin freno porque le tenía sus muñecas atadas con cordones eléctricos a manera de soga.

Entonces tuve que buscar mejores opciones, probé de todo: El hombre murciélago, me leí todas las historietas y no me gustó mucho. Económicamente hablando, no podía ser un Batman, no con semejante carro inalcanzable para mí, no porque tenía que buscar un Robin y en fin… Recuerdo que para ese entonces aparecieron los “4 Fantásticos” y el Hombre Elástico me atrajo más que todos ellos, esto me llevó a contraer algunos problemas musculares que aún estoy pagando por las ganas de estirarme todo y por todos lados. Ya mi mente perversa por esos tiempos me hacía enamorarme de la Mujer Maravilla, con su vestidito tallado azul y rojo y pegado al cuerpo, el escote y sus pechos vibrantes queriéndoseles salir por tanta apretadura.

Pero cuando me realicé fue cuando conocí a Superman y me di cuenta de que mi sueño era volar y tener la vista de rayos x para ver a mis vecinas en pelotas sin que nadie se diera cuenta. Los resultados fueron desastrosos: Me causé lesiones en los brazos y en las piernas por tratar de volar desde la rama de un árbol (culpa fue de la capa que no era la de Superman, sino una toalla que había usado a falta de la original) y problemas en la vista pues andaba con los ojos semi cerrados para forzar la vista a desarrollar mis poderes de rayos x y así lograr ver a mis vecinas desnuditas.

Mi sueño fue realidad cuando conocí al “Hombre Araña”. Qué bárbaro Parker, el apellido del tipo, cómo volaba y cómo sentía las cosas, cómo se desplazaba y los sentidos arácnidos desarrollados para presentir el peligro o el amor. Y qué linda la mujer de la que estaba enamorada y que fidelidad como amigo y como quería a sus tíos y como me dolió lo mucho que sufría en el colegio cuando no se podía defender para no hacer ver sus poderes. Y bueno, me dije, eso es lo que vos querés ser “El hombre Araña”. Jamás pude convencer a mis padres que eso era lo que yo quería ser, nunca conseguí ni el disfraz ni quien me lo hiciera y frustrado me decía: déjate de tonterías que ya estás grande para andar con esas babosadas, cómo es posible que un bachiller piense en eso, crecé, madurá.

Ni modo, mi sueño se fue por las alcantarillas de la cruda vida hasta lograr la meta de mis padres: Ser un adulto con todas las significaciones del caso. Resultado: Me transformé en un borracho, pendenciero y jugador, como dicen los mariachis.

Pero mi sueño jamás me abandonó y quiero ser el Hombre Araña. Guindado de la pared besarte mientras cocinas, cosas así se me ocurren, o tirarte la tela de araña y atraerte hasta donde estoy yo y besarte y poseerte. Presentirte cuando vienes para tomarte por sorpresa y dejar que mis poderes extrasensoriales se adelanten a tus deseos. Eso quiero ser, el Hombre Araña, el luchador por la justicia y el amor.

Tengo un único problemita que no sé cómo solventarlo, ya tengo más de medio siglo encima, y aumentando, y el disfraz ya no me quedaría a como quisiera, que la barriga producto de cervezas y McDonald desafía la ley newtoniana porque la cintura ha cambiado de lugar y ahora es oblicua, que el cinturón del pantalón a duras penas resiste la avance agresivo de la barriga que va cuesta abajo y de rodada y que el simple hecho de agacharme a recoger algo es un dilema, pues el esfuerzo de tal movimiento pone en peligro que se me vea media nalga salida y apunto de brincar fuera del pantalón. Pregunto: ¿Crees vos, amor de mi vida, que puedas soportar al Héroe que quiero ser? En espera de tu respuesta se despide este enamorado tuyo: “El Hombre Araña”.

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