La segunda vuelta: ¿un futuro histórico o un futuro desolado? 

Escribe David Eleazar Ramírez Carmona* 

Desde una mirada personal, no sé si Chile está frente a un cruce de caminos o al borde de un abismo, pero lo que está claro es que esta segunda vuelta no será una más. El país podría estar frente a un momento histórico, si, por primera vez tendríamos un candidato “Comunista” o simplemente ante la   repetición cíclica de lo mismo: miedo, polarización, promesas y desencantos, como lo es la “Ultra Derecha Nazi”. 

Desde hace semanas observo como muchos, el movimiento telúrico del mapa político. La mitad del padrón aún no sabe qué hará, y la otra mitad ya no confía en nadie. En medio de esa incertidumbre, la   aritmética electoral se vuelve casi una herramienta de adivinación. Pero los números, aunque fríos y exactos, siempre esconden un relato social detrás. 

El ejercicio matemático es simple: si la mitad del voto de Evelyn Matthei, ese 12,7 % de moderación conservadora se reparte entre Jeannette Jara y José Antonio Kast, la balanza se inclina. Jara llegaría a 33,05 %, Kast a 30,45 %. Una diferencia mínima, pero decisiva. 

Ese cálculo, sin embargo, lleva implícito un fenómeno más profundo: Chile está fragmentado, no por izquierda o derecha, sino por la desconfianza. No son los partidos quienes están rotos; es la fe de la gente en que alguien, alguna vez, gobernará para todos. 

El electorado de Matthei, ese votante que creció con Lagos, Bachelet, pero terminó refugiándose en   la   derecha moderada se convierte en pieza clave. Es casi poético: quienes alguna vez fueron el corazón de la Concertación podrían, en este escenario, decidir la elección… pero votando por una comunista. 

Ese es el Chile real: contradictorio, pragmático, desalentado. 

Si Jara gana, lo hará no por la fuerza de su proyecto, sino porque logró convencer a los que no querían a Kast. Si Kast triunfa, será porque la derecha logró devorarse a sí misma y renacer una vez más detrás de un discurso orden y patria, “Dictador”, todo esto con base a las mentiras y no responder directamente su plan de gobierno. 

Y ese es el gran dilema moral de esta segunda vuelta: ¿Estamos votando por una visión de futuro o por el candidato que menos miedo nos da? 

La dictadura a normalizado a muchos, los que vivieron y los que nacieron en dictadura tienen visiones distintas, por lo que menciono, de la normalización de los acontecimientos, del miedo, la disciplina castrense, los toques de queda, y están los que vivieron en una burbuja que cuando se reventó vieron   una realidad, perdieron los privilegios de sus protegidos y conocieron el estrés, la falta de empleo y el miedo, que los comunistas nos invadirían, que nos quitarían nuestras casas, todo el que pensara distinto era tachado de “Comunista”, o sea, era malo, pero lo más increíble es, que nada de lo que dijeron paso, el partido comunista fue eliminado. 

Pasaron décadas para que los nietos de los que pasaron por la dictadura, esos que no sienten pertenencia a un bando, pero sí que expresan su desencanto, que nos dieron las herramientas y tuvieron visión, despertar para luego luchar y dar los últimos cartuchos para tener un país más razonable, solidario y con justicia social. 

Personalmente, me inquieta esa sensación de “no elección”. Ese susurro colectivo que dice: “No quiero votar por ninguno, pero tengo que evitar al otro.” Hemos llegado a un punto donde más que buscar esperanza, buscamos contención emocional. 

Quizás, en una democracia cansada, eso es lo más peligroso: que el voto ya no construya, sino que solo evite el desastre. 

Por eso, cuando especulo que “la mitad del voto Matthei se irá con Jara”, no pienso en cifras.  Pienso en ese votante de centro que se levanta temprano, va a trabajar, paga impuestos, no sale a marchar y está agotado de que siempre le pregunten a quién le tiene miedo. Ese votante, silencioso y escéptico, será   el verdadero protagonista. 

La segunda vuelta será una historia escrita por ellos: por los que ya no gritan, los que ya no se afiliaron,  pero que aún sostienen con su lápiz la idea de que Chile sí puede cambiar… aunque no sepan bien hacia dónde. 

Y mientras el país se vuelve a partir en dos, yo no puedo evitar preguntarme: ¿Estamos frente a un futuro histórico o simplemente al preludio de otro futuro desolado? 

El resultado aún no existe. Pero la pregunta ya está escrita en la memoria de todos. 

No podemos dominar el miedo, pero si aprender a vivir con ellos.  

*David Eleazar Ramírez Carmona Licenciado en Trabajo Social 

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